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Hay personas que saben estar solas.
Que funcionan bien, que resuelven, que no piden demasiado.
Y, aun así, cuando un vínculo empieza a volverse importante, algo se tensa.
No siempre es miedo. A veces es incomodidad.
A veces es la sensación de que el otro se acerca demasiado, demasiado rápido, demasiado profundo.
Ahí suele aparecer el apego evitativo.
El apego evitativo es un estilo de apego que se construye cuando, en los primeros vínculos, aprender a necesitar no fue una opción segura.
Cuando expresar emociones no fue recibido, cuando pedir generó rechazo o indiferencia, la respuesta fue adaptativa: arreglárselas solo.
El mensaje interno que suele quedar es simple y contundente:
“Si no necesito, no me lastiman.”
Desde afuera puede parecer distancia o frialdad.
Desde adentro, muchas veces se vive como control.
Control de lo que se siente.
Control de cuánto se muestra.
Control de hasta dónde dejar entrar al otro.
El apego evitativo no implica ausencia de deseo o de afecto. Implica miedo a perder autonomía, a quedar atrapado en algo emocionalmente demandante.
Patrones frecuentes en los vínculos
Te sentís cómodo al inicio, cuando todo es liviano.
La incomodidad aparece cuando hay expectativas.
Te cuesta hablar de emociones propias.
Preferís resolver solo antes que pedir ayuda.
Minimizás conflictos o necesidades afectivas.
No porque no importen, sino porque no sabés bien qué hacer con eso.
Cuando el otro pide más presencia emocional.
Cuando hay reclamos afectivos.
Cuando el vínculo se vuelve más íntimo.
Después de experiencias donde depender dolió.
Cuando sentís que podés perder libertad.
En esos momentos, la distancia aparece como refugio.
Porque el apego evitativo no es una elección racional. Es una estrategia emocional profundamente instalada. Abrirse sin recursos internos puede sentirse invasivo o peligroso.
Por eso muchas personas evitativas oscilan entre acercarse y alejarse, sin entender del todo por qué.
El trabajo no busca forzar cercanía ni eliminar la necesidad de espacio. Busca algo más fino: que la distancia no sea la única forma de sentirse seguro.
En terapia se trabaja en:
Reconocer emociones sin bloquearlas.
Aprender a pedir sin sentir pérdida de control.
Construir intimidad sin anular la autonomía.
Vincularse desde la elección, no desde la defensa.
La cercanía deja de ser amenaza y empieza a ser posibilidad.
El apego evitativo no define quién sos, pero sí explica por qué algunos vínculos se sienten asfixiantes o difíciles de sostener.
Comprenderlo permite empezar a elegir cómo vincularte, en lugar de reaccionar automáticamente.
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Acercarse también puede ser seguro, cuando no tenés que dejarte de lado.
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