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¿Cómo controlar la agresividad?

La agresividad es un estado de ánimo, una conducta, un sentimiento y un conjunto de patrones de carácter psicológico que desata actitudes compuestas de ira, odio, hostilidad, lenguaje vulgar (insultos),  expresiones faciales marcadas por la rabia, cólera, tono de voz fuerte y con tendencia al maltrato, entre otros. También puede ser considerado un instinto humano en busca de la supervivencia. En este artículo hablaremos sobre cómo controlar la agresividad y a su vez investigaremos un poco él porque nos ponemos agresivos.

¿Qué desencadena agresividad?

A continuación dejaremos una serie de desencadenantes de la agresividad. Son todos aquellos patrones que hacen que nuestras reacciones hacia alguien o hacia algo, sean de manera agresiva y básicamente nos cueste mucho mantener el control o controlarlas. Estos son algunos motivos del por qué nos ponemos agresivos.

-Cuando nos sentimos bajo amenaza y peligro surge la agresividad como respuesta inmediata.

-Cuando sentimos disgusto hacia ciertas variables por ejemplo: ruidos muy intensos, calor extremo.

-Frente a patrones de carácter social como sería: temas políticos, religiosos, deportivos, entre otros.

-A veces son cuestiones temperamentales o hereditarias. Muchas veces la gente es agresiva de manera “natural” hacia cualquier estímulo o respuesta que sea distinta a la que piense.

-El consumo de alcohol y estupefacientes también desencadena conductas agresivas.

-El sentimiento de injusticia también puede desencadenar cólera y conductas agresivas con el fin de manifestar lo justo.

Como controlar la agresividad

Hay más de una manera o forma de controlar la agresividad. En este apartado te dejaremos una serie de conceptos que pueden ayudar a controlar la agresividad o los comportamientos agresivos.

Control de impulsos: El regular nuestros impulsos y maneras de reaccionar es una buena forma de manejar y controlar la agresividad. Para esto es importante tener claro de dónde viene tu comportamiento agresivo o las situaciones que hacen que reacciones de dicha manera.

Pensar antes de actuar: Sobretodo para las personas que genéticamente o que de manera aprendida tienden a ser agresivos por casi todo lo que no les gusta, el pensar y replantearse la forma en que uno reacciona y las consecuencias que te pueden causar, puede ser una buena forma para comenzar a controlar la agresividad.

Ejercicio: El ejercicio físico siempre ayuda a descender la agresividad principalmente los deportes que se practican de manera individual. Es sabido que los deportes que canalizan la agresividad suelen ser los de combate como los son las artes marciales (taekwondo, karate, kung fu, Judo, entre otras) y deportes como el boxeo y kickboxing también son muy efectivas para regular la agresividad.

Ayuda profesional o Terapia: El tener o pedir ayuda a un profesional de la salud mental, también puede ayudar mucho. En el caso de una terapia psicológica, esta puede ayudarte mucho en cuanto a las técnicas y estrategias de autocontrol, mientras que la terapia psiquiátrica puede recetarte algún calmante o algún fármaco que pueda ayudarte.

Medicina o terapias alternativas: El realizar actividades que se consideran como terapias alternativas puede ayudarte. Entre estas se encuentra el yoga, meditación, pilates y visualización. En cuanto a medicinas alternativas, la homeopatía y las flores de Bach, contienen productos específicos para la agresividad y el manejo de impulsos. Salir a caminar por el parque o por donde te guste, también puede ser una buena solución.

Todos tenemos agresividad

La agresividad la experimentamos todos los seres humanos del mundo. Es una respuesta de nuestro sistema cognitivo y nervioso, a veces surge como respuesta a una amenaza, a veces para reforzar un fin mediante un castigo (el padre que le grita al hijo para que se porte bien) y a veces se intenta hacer daños físicos, psicológicos e incluso sociales.

Desde que nacemos ya vivimos patrones e indicios de conductas agresivas, ya de por si los niños en sus primeros años de desarrollo tienden a manifestar cierta agresividad cuando se encaprichan por algo o cuando tiran sus juguetes, patalean e incluso se pelean con otros niños por diversos temas. No es malo tener agresividad, lo que sí es importante es saber regular y saber cuándo y de qué manera utilizarla.

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